viernes, 22 de abril de 2011

- "Nostramadas Hyde y su torre de Babel"

Las vacaciones de Semana Santa me están sirviendo para dos cosas.

1). Ponerme al día con el blog.
2). Ponerme al día con la lectura.


Dos cosas que aunque están interrelacionadas a veces son contrarias; ya que si no leo no escribo entradas y si leo demasiado tampoco tengo tiempo para escribir entradas (y no hablo del tiempo que utilizo en escribir).

Y a esto se le suma un problemilla espinoso.

Últimamente leo mucho en otros idiomas, lo cual significa que leo menos en castellano y como mi idea era comentar en el blog tan sólo libros que se pudiesen comprar (u obtener de segunda mano) en España... disminuyen las entradas literarias que puedo hacer sobre novedades.

Así que estoy aún decidiéndome: ¿continuo guardando para mí mis opiniones o empiezo a poner los dientes largos sobre lo que llegará (o no)?

Gran dilema existencial.

Teniendo en cuenta que he recibido un GRAN (se merece las mayúsculas) paquete de San Amazon... pues la tentación me carcome y los cuernos empiezan a asomar.

Dar por saco o no dar por saco. ¡He ahí el gran dilema!

jueves, 21 de abril de 2011

- "La prueba del algodón"

En materia de pesadillas de una ama de casa, el puesto principal siempre estuvo representado por el dedo de la suegra.

Ese índice levantando, mostrando con sarcasmo el polvo acumulado en un recoveco del que desconocías la existencia.

Quizás esa imagen es traumática para nosotras, gracias a la memoria femenina colectiva. Una de cuyas pesadillas son esas terribles amas de llaves que conseguían que las doncellas vagas y/o poco cuidadosas se echasen a temblar dentro de sus enaguas.

Sin embargo, mi primer puesto en cuestión de momentos bochornosos va a ser ocupado a partir de ahora por... ¡un niño de dos años en pijama!

¿Que por qué? Muy sencillo.

Deja suelto a un enano en pijama de felpa, sin ganas de acostarse e intentando huir de sus padres, y pronto serás incapaz de asomar la nariz en cualquier reunión de mujeres independizadas.

Los cercos negros en las rodillas y las pelusas adheridas por doquier son la mejor prueba del algodón que existe. ¡Y de nada sirve jurar y perjurar -con el vapor saliéndote de las orejas- que limpiaste hasta con cepillo de dientes! La prueba demuestra lo contrario.

Estás juzgada y condenada.

Mi único consuelo es que mi madre no fue testigo de ello o sería incapaz de afrontar a sus amigas. Seguro que le decían: "¡Mira lo que ha hecho la cerda de tu hija!"

En fin, como soy una persona práctica que sabe aprender de sus errores... he decidido que la próxima vez que venga un niño pequeño de visita, lo rociaré con el spray para las mopas.

No hay mal que por bien no venga.

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