miércoles, 6 de julio de 2011

- "Mi vida sin Congreso de Romántica"

Empiezo este artículo maldiciendo a los dioses, a los astros y a mi estatus de currante pringadilla por no haberme permitido ir a las "Jornadas de Novela romántica" organizadas por la sección romántica del programa de radio el "Diván Cultural" este 1 y 2 de julio.

Durante meses acaricié la idea, la mimé, le eché fertilizante... y RRHH se ocupó de hacer a mis esperanzas lo mismo que Atila a la hierba.

CRÓNICA
No hubo posibilidad de apelación; así que el viernes por la noche, conforme salí de mi celda de castigo, decidí irme de fiesta (lo que en mi caso significa bailar salsa). Seis horas después volví a casa con agujetas, torticolis, un pie morado, una pierna morada y un sin fin de cicatrices varias...

Los que dicen que el dolor hace olvidar todo lo demás... no han odiado con toda su alma La Coruña y a las que se reunían allí... SIN MI.

El sábado amanecí tarde, drogada por la falta de sueño, y me auto-prohibí la conexión a internet para no sufrir el síndrome de abstinencia y, para sedarme aún más, me fui a comer a un wok con la familia "putativa". ¡Nada como hacer más viajes que un tiovivo al buffet libre, para olvidar las penas! Salí de allí empujada por los chinos/japoneses como un barril bajando la muralla china y aproveché que me preguntaron si quería hacer de acompañante en la devolución de una compra fallida... para abordar la FNAC con más ímpetu que Jack Sparrow la "Perla Negra".

Soy escritora -aunque no cobre por ello (de momento, espero)- lo cual implica que me paso la vida maquinando como putear a mis personajes y, como cualquiera que se haya dedicado a esa placentera tortura sabrá, las musas no suelen pedir cita previa; así que siempre cargo con una libreta y varios bolis de repuesto.

Problema.

Pese a hacer ricos a los de los "Cuadernillos Rubio" durante años, mi letra ha sido calificada por una amiga graciosilla como paleografía y si a ese handicap le sumas el traqueteo del metro o un slalom por autopistas... he aquí un ejemplo de mi vergüenza.



Y aquí la traducción, para los curiosos:


Una vez el inciso finalizado, volvemos al escenario.

Yo (el burro delante pa' que no se espante), la FNAC de Callao (para el que no la conozca, cinco pisos de formas de arruinarte), mi odio cerval hacia las asistentes a cierto Congreso que no puede mentarse, una tarjeta de crédito aterrorizada y un grave problema (si tengo que descifrar una vez más mi letra en una escena clave de mi novela en curso... me haré el harakiri con el bolígrafo).

Una combinación peligrosa.

Mi conciencia se declaró en enajenación mental transitoria y me lancé al asalto.

Arramblé con el netbook con mejor calidad/precio (un portatil tiene que ser pequeño para poder ser llamado portatil), todos los accesorios que un vendedor entusiasmado me presentó por delante (excepto una funda de color rosa chicle...) y, en el último segundo, conseguí huir antes de que me endosase todos sus objetivos mensuales en seguros.

Por desgracia para mi, huí escalera arriba y acabé de forma inexplicable en la sección de libros.

Tan sólo Ulises puede entender por lo que pasé; pero, como nunca se tiene a mano un mástil y cuerdas cuando se necesita, fui arrastrada por el susurro de las palabras hacia la perdición.

No recuerdo demasiado después de eso. Desperté cuando un amable dependiente con cara de "esta tía está loca" me preguntó:

-¿Necesita ayuda para cargar esos libros? ¿Quiere una cesta?

Parpadeé. Y sólo vi lomos, lomos de libros. Normal. Una pila de novelas me tapaba el horizonte. Y pesaban... pesaban mucho.

Totalmente comprensible. Si descubres novedades al peso de algunos de tus autores favoritos... no hay nada que hacer.

Amarré a mi temblorosa tarjeta de crédito que intentaba escapar sin ser vista y pasé por caja.

Un consejo. No hagáis una maratón tereapeútica de compras con tacones (y más si estáis convalecientes de la noche anterior), a mitad de travesía hacia el coche, tuve que pedir auxilio en una zapatería poco solidaria que consiguieron venderme unas sandalias planísimas, comodísimas, monísimas y caríiiiiiiiisimas.

Mientras tanto, unas desalmadas se lo pasaban de miedo en el norte. Se reían, debatían, aprendían, comían, hacían turismo... y se ganaban mi odio más cerval. Para muestra, las fotos en el blog de mi ex-amiga Yolanda Quiralte.

Los bienes materiales nunca consiguen mitigar el dolor espiritual.

Unos días más tarde, el mal karma generado por la envidia cochina me ha castigado.

He tenido que cambiar el netbook porque era encenderlo y las imágenes de la pantalla parecía metidas dentro de una coctelera, para después quedarse en negro...

A los tres días se me han roto las sandalias hipercómodas e hipercaras en un tropezón tonto.

Tan sólo los libros se han salvado hasta el momento de la maldición del Congreso Rosa... y eso es porque no los he abierto hasta el momento. Miedo me da.

Resumiendo.

Si organizan unas Jornadas de Novela Romántida, id.

Lo contrario es malo para la salud, la economía y la mala leche.


Por si os pica la curiosidad... os pongo el enlace a otras "Noticias y crónicas".

Entradas populares