viernes, 28 de agosto de 2009

- "Hola, soy Pringadilla ¿y tú?" - Diario de una Pringadilla

Querido Diario,

Me presento para que no te preguntes quién demonios es esa que se toma tantas familiaridades conmigo. Soy Pringadilla. Extraño, lo sé, que una mujer de treinta años siga llamándose a si misma por un diminutivo pero, por suerte o por desgracia, aún no creo haber hecho los suficientes méritos para que me llamen Pringada, así que de momento apechugo con ese nombre.

Nunca he escrito un diario y no tenía ninguna intención de empezar uno, pero hace casi tres semanas que estoy de vacaciones y el día antes de empezarlas, una compañera me descubrió intentando hacerme el hara-kiri con un rotring de punta fina –lo más afilado que tenía a mano en ese momento-. Después de quitármelo –era suyo- me convenció de que en ese momento era una olla a presión sin pitorro, algo potencialmente peligroso para todo el mundo que me rodeaba, por lo que tenía que buscarme una válvula de escape. Y este es el resultado. Tú. Un Diario. Empecé a escribirte en papel, pero con mi letra horrorosa parecía que te estuviese escribiendo en una clave que no entendía ni yo misma, así que decidí entrar en el siglo XXI y hacerlo en un blog.

Cualquier parecido con la compañera de la mesa de al lado, es fruto de la imaginación del que se haya leído esto por accidente. Ejem…

¿Mis circunstancias? Llevo cosa de dos años trabajando en una empresa como “chica para CASI todo”. Oficialmente soy recepcionista, pero ejerzo desde comercial a porteadora, pasando por secretaria de los directores generales. Mi principal función es sonreír y hacer que todo funcione, aunque me estén gritando, esté desbordada de trabajo, tenga complejo de pulpo o me esté haciendo pis. Nada fuera de lo normal. Chupado.

Pero la cosa se complica cuando trabajas en una empresa en que despiden una media de un empleado al mes –a veces se sienten generosos y despiden a dos-; con unos jefes que sólo saben hablar de tres formas, con sarcasmo, a gritos, o a gritos sarcásticos; y cuya política de trabajo es mezquina. Como si Tío Gilito se hubiese reencarnado en una época de crisis y hubiese que arrancarle cada moneda con tenazas al rojo vivo, pero sin pico –alguno sí que tiene cola, pequeñita supongo-. Si hubiese que resumir en una frase su forma de trabajar es: “No es suficiente”, hagas lo que hagas nunca es suficiente, y si hay un error –aunque sea por órdenes directas suyas- siempre es culpa tuya; así que llega un momento en que tienes agujetas en las mejillas de sonreír a la fuerza, y buscas métodos de suicidio honorable en la mesa de la escritorio.

Y el lunes vuelvo a trabajar.

Tengo taquicardias, dolor de mandíbulas, insomnio y necesito otro mes de vacaciones a la de ya, pero se me han acabado. Cuando esta mañana me desperté, las sábanas parecían cuerdas de escalada y yo estaba imitando a la niña del exorcista, encaramada a la pared y con la cabeza dando vueltas sobre si misma. Comprensiblemente, después de tanto esfuerzo físico tengo tortícolis y contracturas –ahora parezco el Jorobado de Notre Dame- y no son las mejores condiciones físicas para empezar a construir pirámides, por lo que he decidido darme un lujo y mañana me voy a un spa.

Seguro que vuelvo como nueva.


- Fin -

Por: Victoria Hyde


Aquí os pongo las entradas de las desventuras de Pringadilla en su Diario, mi personaje más disparatado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Ánimo querida pringadilla! Solo puedo desearte eso, ah! y paciencia... muuuucha paciencia!!
Sabes que he pasado por algo parecido, solo que durante largos años, y que acabó como acabó: urgencias, juzgado...
En fin, dos opciones, o aguantas con todo lo que te echen o te armas de valor y la lías... pero que parezca un accidente jajajaja.

PD. Si decides dejarlo avísame y te diré como podrías hacerlo.

Besos. Elenita

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