Querido Diario:
ME HE DORMIDO.
Ya sé que no te extraña y que no es la primera vez, pero esta ocasión se merece las mayúsculas. Me he despertado a la hora en que tengo que coger el autobús.
Tras saltar de la cama, me he enfundado en la primera ropa que he pillado en el armario y -mientras que escapaba- he atrapado varios complementos al azar y los he embutido en el bolso tipo Mary Poppins que suelo llevar siempre. Me he calzado las botas -sin abrochar- y he "chancleteado" como he podido hasta la parada, mientras arrastraba el abrigo.
Tendría que haber avisado a los del record Guiness, porque cinco minutos después de haber abierto los ojos estaba cancelando el billete. Sin peinar, a mitad de vestir, sin desayunar y -lo peor de todo- sin ir al baño.
Fingiendo una conveniente ceguera, me he batí en retirada hasta la última fila del autobús, ante la mirada atónita del resto de viajeros. Mi aspecto debía ser peor de lo que pensaba, porque mi vecino de asiento se giró disimuladamente hacia un lado escondiéndose tras el periódico abierto.
Jadeé para recuperar el aliento e hice cálculos. Tenía cosa de media hora hasta llegar a mi puesto de trabajo. Si todo salía bien, sólo llegaría quince minutos tarde y podría echarle la culpa al tráfico.
VESTUARIO:
Lo primero, abrochar los cordones de las botas de tacón alto, sacar los pantalones por fuera de la caña, cerrar la cremallera del pantalón, meter la camisa por dentro de los pantalones, volver a abrochar la camisa, estirar el... No, no podía estirar el jersey porque me acababa de dar cuenta que lo llevaba del revés. Mierda. La camisa se trasparentaba y me había puesto un sujetador negro...
Tras sopesar mis escasas opciones, opté por el método "tienda de campaña". Es decir, te quitas el abrigo; lo extiendes por encima de ti como si estuvieses montando la tienda; te escondes debajo; te retuerces para quitarte el jersey, darle la vuelta y volvértelo a poner -desde fuera parece la tienda de una pareja de novios a medianoche- y surges de tu capullo casi ahogada con el esfuerzo. Ese es el momento de sonreír a la abuela que te mira horrorizada como si fuese lo más normal del mundo.
PELUQUERÍA:
Siguiente paso. Sacar del bolso el espejo portátil y comprobar el reflejo. Me recordé que era muy importante no gritar en este punto, ya que había muchos malos madrugadores arañando un sueñecito a mi alrededor.
Mi aspecto... era el de Alaska en un mal día. La noche anterior me había lavado el pelo, BIEN; pero no me lo había secado, MAL. Mi masa de rizos había decidido jugar al twister mientras que yo dormía y ahora formaba algo compacto sobre mi cabeza. Por desgracia para mí trabajo de cara al público, por lo que tengo que aparecer con un aspecto mínimamente presentable.
Respirando hondo me puse manos a la obra. Abrí la botella de agua y pasé las manos mojadas sobre la superficie rebelde; batallé con fiereza contra los nudos con la ayuda de una pinza solitaria; cuando conseguí que el cabello subrayara mi cráneo -más o menos- lo ceñí con una coleta hasta hacerme desaparecer las patas de gallo; retorcí el estropajo distante como pude y lo acribillé con un par de palillos que encontré en el fondo del saco del tesoro -de mi última visita al chino- y conseguí un efecto arreglado pero informal. Si alguien preguntaba iba a jurar y perjurar que el efecto cardado lo había visto en una revista.
COMPLEMENTOS:
Listo, lo siguiente eran los complementos. Siguiendo la ley de Murphy, ninguno de los cinturones me cabía por las presillas, por lo que cogí un par de ellos y los puse por encima del conjunto -imitando a un pistolero-. Las joyas. En los bolsillos del bolso encontré tres pares diferentes de pendientes para elegir y cuatro más desparejados... Me decidí por unos e intenté ponérmelos. ¿Has intentado ponerte unos pendientes en una zona con vadenes? (mejor no hablar de su efecto en una vejiga bajo presión). Es como hacer prácticas de fakir. Varios dolorosos momentos después, había conseguido la hazaña.
MAQUILLAJE:
La siguiente fase era la reconstrucción facial. Soy una experta -sobre todo en llegar tarde-, por lo que suelo llevar un set de emergencia con lo imprescindible para retoques de última hora.
¡JUSTO A TIEMPO! La siguiente era mi parada. Recogí mis bártulos y toqué con suavidad el hombro de mi autista compañero de asiento para que me dejase pasar. Bajó la barrera periodística y me sonrió tomándome las medidas con la mirada. Cuando pasé frente a él me susurró: "Lástima que no me haya dado cuenta de cuando se ha sentado semejante mujer a mi lado".
Para que sea más fácil de imitar, el resultado debería ser parecido a éste: (la capucha es opcional). Se aconseja no hacerlo delante de público para evitar que te hagan una foto con el móvil como me pasó a mi...
No sé si habéis visto a algún autobús intentando adelantar por la autopista, no es muy común; pero mi "autobusero" se creía que iba montado en el Delorian e iba dando bandazos de uno a otro carril. ¿Resultado? Acabé disfrazada de pierrot. Con la cara blanca por el susto y un surco negro vertical bajo el ojo.
Volví a restregar con fuerza con el pañuelo, hasta que desapareció la mancha del crimen y repetí el proceso. ¡Perfecto!
Fácil. Dibujas la forma adecuada en el borde de los labios, con cuidado de no parecer Carmen de Mairena ni Betty Boop, y se repasa por dentro con pintalabios permanente. Cinco minutos con la boca semiabierta -como tras una inyección de colágeno- para que no se te resquebraje el barniz y para finalizar una capita de brillo para que no se te cuarteen los labios.
Por un lado me sentí aliviada de que no me reconociese, mis esfuerzos no habían sido en vano; por otro... me deprimí. Si mi aspecto recién levantado es tan malo... no me extraña que pocos hombres hayan resistido el "día después".
Con los pensamientos tan negros como mi rimmel, "sprinté" hacia el edificio donde trabajo -rociándome con colonia- y ¡milagro! conseguí cumplir mi objetivo. Sólo quince minutos pasaban de mi hora teórica de fichaje.
No había desayunado, estaba deprimida, necesitaba un dodotis y tenía flato. En resumen, cuando entré en la oficina en lugar de decir "Buenos días", gemí:
"-¡CAFÉEE...!"
- Fin - |
Por: Victoria Hyde |
Aquí os pongo las entradas de las desventuras de Pringadilla en su Diario, mi personaje más disparatado.
2 comentarios:
Creo que llegue a tu blog a traves del de Yolanda.
Es fresco,dinamico y lo pincipal pa' mi,humor ironico y satirico.....Ese diario sera una lectura segura para mi.
Un saludo
pd: Tengo el blog cerrado,pero hoy me he dado un meneito por blogger y he dado contigo....cuando vuelva abrirlo me hago tu seuidora
Me alegro que te guste y espero que disfrutes leyéndolo tanto como yo lo hago escribiendo.
Le daré las gracias a Yolanda jejeje
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