Querido diario: 3. Métodos Desesperados: Sólo me quedaba aburrirme a muerte. Veamos...
No puedo dormir.
"¡Y nos dieron las diez y las once. Las doce, la una, las dos y las tres...!" como cantaba Joaquín Sabina y aquí estoy yo, con los ojos como platos. Si fuese sólo hoy... pues me pondría a leer, o vería la tele; pero ya llevo unos cuantos. No quiero ni pensar en el número exacto.
El despertador se acerca, me sé todos los anuncios de la teletienda, he dado tantas vueltas en la cama que me he mareado y -de tanto ver pasar ovejitas- me ha entrado hambre.
Renunciando a que me entre sueño por si solo, he decidido entrar al ataque:
1. Métodos de la abuela:
2. Métodos New Age:
Según decía mi abuela -que en paz descanse- lo mejor para dormir es un buen vaso de leche caliente con miel y canela, aunque... ¿esto último no era afrodisiaco? Descartando mis dudas, me fui a la cocina, preparé una jarra -que no fuese por falta de dosis-, me la tomé esperanzada y me fui a la cama.
Cuando estaba a punto de dormirme, empecé con las visitas al baño; la vejiga tenía que ocuparse de una jarra de líquido.
Ya que estaba cerca de la bañera, aproveché para poner el marcha el segundo método y me puse a remojo. Tuve que salir porque el sonido del agua corriendo, había vuelto a despertar mi vejiga. Volví a entrar. Era la gloria. El calor se iba infiltrando poco a poco hasta los huesos, relajando los músculos tensos por el insomnio. El chorro del agua masajeaba mis cervicales contraídas por las vueltas. El vapor me abría los poros y me cerraba los ojos... ¡Hasta que se acabó el agua caliente de golpe!
Después de mi alarido, creo que no fuí la única con insomnio en mi edificio.
A estas alturas parecía un buho dopado con anfetaminas, por lo que tenía que quemar energías.
El problema es qué puedes hacer de madrugada que te canse y que no despierte a los vecinos... -¡máldita canela!-. Como las posibilidades eran pocas, opté por hacer abdominales... pero tuve que abandonar la idea con rapidez. Resulta que para hacerlas, necesitas tenerlas primero y yo sólo tengo cascadas de michelines; por lo que por mucho que mi mente intentase que mi nariz tocase las rodillas, mi espalda seguía pegada al suelo. Deprimida, pasé al plan B.
Pensarás que eso no es muy cansado Diario, pero ¡no sólo te tengo a ti! Soy compradora compulsiva y adicta a las letras en general, por lo que mi colección formaba precarias columnas a lo largo de toda la casa. El primer paso era juntar todos los ejemplares dispersos en su ubicación teórica, el despacho, -utilizando el móvil como linterna para no despertar a nadie-. Aunque es más fácil de decir que de hacer. ¡Encontré libros hasta en el cesto de la ropa por planchar! Eso seguro que fue cosa de mi madre en su última visita. Cuando ¡por fin! me puse a organizarlos llegó el segundo obstáculo. Como toda buena desorganizada, cuando me decido a clasificar alcanzo niveles de "obsesiva compulsiva". Por género, por autor, por serie, por títulos... Era imprescindible que estuviesen en su sitio adecuado. Cada vez que daba la gesta por terminada, mi cabeza no conseguía permanecer en la almohada. Siempre recordaba algo que podría estar mejor organizado. Cuando estaba planteándome con seriedad encender el ordenador para hacerme las fichas bibliográficas de cada libro... decidí que la sabiduría popular está sobrevalorada... y mejor pasaba a una técnica más moderna.
Encendí el ordenador.
"¡Eran las cinco la mañana...!" como cantaba Juan Luis Guerra en su canción "Visa para un Sueño" cuando decidí pasar a los:
Una amiga trasnochadora me la recomendó por su propiedades relajantes, pero mi vejiga aún protestaba del último tratamiento y no quise darle más trabajo.
Según todas las webs que consulté es la panacea contra el insomnio, así que seleccioné los más populares.
"Vale, eso puedo hacerlo", pensé con optimismo.
Primero lo intenté con una postura de yoga asana la Shirshasana... que es tan difícil como pronunciarlo. Básicamente es hacer el pino pero apoyada en los codos y la cabeza. Dicen que es mano de santo, pero también hacen falta abdominales...; así que abandoné tras una caída en forma de nudo.
Después probé con mi favorita -porque se hace tumbada e inmóvil-. Me volví a la cama. Me puse unos calcetines gordos -no me preguntes por qué Diario, se ve que es importante tener los pies calientes-. Coloqué las manos encima del diafragma y me dispuse a meditar.
- Lo primero la respiración. Prohibido los pulmones, tiene que ser con la tripa. Mis conocimientos de anatomía están oxidados pero creo que hay algún fallo en ese punto... En fin, respirar haciendo que se levanten las manos expirar levantando el pecho. No es fácil, la mitad del tiempo tenía que retener la respiración hasta que me acordaba por dónde iba.
- Dejar la mente en blanco. En blanco en blanco, no. Pero con dibujitos por la falta de aire, sí. Supongo que eso contaba.
- Concentrarse en las sensaciones. "Me estoy ahogando". Hecho.
- El cuerpo pesa. "Vale, lo sé. Pesa más de lo que debería, tengo que ponerme al regimen, ¡pero si no duermo como!". En este punto, la irritación iba boicoteando la relajación.
- Te concentras en las puntas de los dedos de los pies. Vale, lo intenté. Pensé en mis dedos de los pies. Incluso los visualicé. Y lo que vi son: cutículas rebeldes, unas uñas casi dignas de ascender a garras y las escamas restantes de la última vez que se me ocurrió pintármelas.
"¡A la mierda la meditación!". Ahora tenía un problema más en mi mente y salí disparada a por algodón y pinceles.
Querido diario, Me gustaría decir que tras mis esfuerzos caí inconsciente, pero el olor a acetona y mis agujetas no me han dejado dormir. En fin, al menos llevo la manicura hecha en plan arco íris, mi biblioteca está ordenada, la plancha hecha,... Cuando se despierte, mi pareja va a pensar que hemos recibido una visita de los duendes. En cuanto a mí... ya tengo el menú para esta noche, cordero.
Puede haber gente a la que la manicura le relaje, pero para mi es un stress. Me falta elasticidad para llegar al extremo de mi cuerpo. Tengo la mitad de las uñas más diminutas que el pincel -por lo que acabo pintándome el dedo entero- y mi pulso no me permitiría robar panderetas... así que, en lugar de una obra de arte, al final parezco el escenario de una matanza con mi manía de pintármelas rojo sangre.
El esmalte no se secaba ni a la de tres y sólo podía caminar como un pingüino con ampollas, así que... había que buscar algo tremendamente aburrido y que pudiese hacer inmóvil, preferentemente sentada. El agujero negro dónde había encontrado un libro perdido, me llamó desde su cuarto reservado. Hay gente a la que se le acumula la plancha... la mía parece "Jabba El Hutt" y se mueve si no la vigilo.
La ataqué blandiendo el arma caliente y me peleé con ella durante largo tiempo. La batalla fue dura. El sudor me corría por la espalda, los brazos me dolían de atacar sin piedad y, a pesar de ello, los enemigos parecía que se reproducían. Vencí, pero los cadáveres se amontonaban a mi alrededor y no podía enterrarlos en sus respectivos cajones porque sólo empezaba a amanecer.
- Fin - |
Por: Victoria Hyde |
2 comentarios:
Me he reído un montón Victoria, porque yo, en mis épocas de horarios cambiados, también he probado casi todos los métodos (excepto el de la leche porque soy alérgica). Al final, me da resultado tomarme una infusión de espino blanco y melissa y ¡a dormir como una jabalí!
Mira que lo he escrito yo... y no me acordaba de esta entrada. ¡Hasta que me he encontrado a mi misma, buscando en San Google algo contra el insomnio!
Me he reido mucho, así que voy a ver si aplico alguno de los remedios para conseguir que los párpado continuen bajados...
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