Hoy un pequeño cuento para empezar el día.
MORALEJA DE LEONES
Había una vez, en las calurosas sabanas de África, un león y una leona que vivían muy felices frente a la cueva que horadaba una alta montaña.
Hacía poco tiempo que estaban allí, ya que se habían tenido que ir del lugar en donde vivían porque habían demasiados leones y no había suficientes gacelas para todos.
La leona hacía solo unos días que había parido dos leoncitos muy bonitos que apenas podían abrir los ojos y el león no la dejaba salir de la cueva porque por los alrededores de aquel valle se encontraba un león muy grande y fuerte que tenían totalmente aterrorizados a todos; ya que estaba formando un harén y -para conseguir hembras- se peleaba con los otros machos, los obligaba a irse, asesinaba a los cachorros y se llevaba a la leona.
Pero a pesar de todas las precauciones que tomaron, un día el otro león olió la hembra y se acercó sin hacer ruido a la cueva, ocultado por las grandes rocas que se podían hallar alrededor del cubil. Afortunadamente, el león volvía de cazar en ese momento y desde un saliente de la montaña vio a su rival acercarse agazapado.
Asustado, el macho no sabía que hacer porque el otro león era mucho más fuerte que él. En ese momento, al pisar una roca, se resbaló y casi se cae. Renegando por su mala suerte, se dedicó a pensar una posible solución para ese tremendo lío... Entonces, se le ocurrió una idea.
Mientras tanto, la leona se había dado cuenta de la presencia del otro león y fue trasladando a los leoncitos al pasadizo más profundo de la cueva.
Cuando el atacante ponía una pata en la boca del cubil para entrar; levantó la cabeza y olfateó a su alrededor extrañado. Hasta su hocico le estaba llegando el aroma de sangre fresca; además, al prestar más atención, escuchó los débiles gemidos de un okapí herido. Tras unos instantes de duda, decidió que la leona podía esperar y se dirigió en busca del animal herido.
Lo encontró en un agujero no muy profundo repleto de grandes rocas caídas de la montaña y pensó que no podía despreciar de esa manera una comida tan fácil. Con cuidado, puso una pata encima de una roca y después la otra en otra cercana, utilizándolas como si de una pequeña escalera se tratase. Bajó con delicadeza hasta alcanzar la garganta del okapí. Estaba comiendo cuando un ruido lo sobresaltó. Desde la ladera de la montaña un derrumbe de rocas cayó sobre él antes de que pudiese pensar en esquivarlas.
El león bajaba de la montaña sonriendo y felicitándose por haber sido capaz de pensar tan rápido y hacerle semejante mala jugada a su enemigo cuando, la leona que salía de la cueva le rugió furiosa y corrió hacia él. Sin darle tiempo a explicarse, le echó la bronca por no haber estado cuando llegó el otro león y además haber regresado sin comida. Furiosa, tras gruñirle una vez más, se giró y volvió junto a sus cachorros.
El macho, alzando los hombros resignado, se dio la vuelta y se fue otra vez a cazar.
- Fin - |
Por: Victoria Hyde |
Aquí os pongo mi lista de entradas como "La Cuentista"
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