Autor: Victoria Hyde |
Llevaba desde hace algún tiempo dándole vueltas a este curioso título para uno de mis artículos y hoy, por fin, me he decidido a ponerlo sobre el papel, digo... sobre la pantalla, digo... dentro de la pantalla. ¡Bueno, vosotras me entendéis!
Y en este caso utilizo el género femenino a conciencia, ya que es una pregunta que nos suele obsesionar en mayor medida que a los hombres.
¿Por qué no m'ajuntas?
Puede parecer un título "tonto", pero he utilizado la versión onomatopéyica, porque es una frase que casi todas -pongo el casi, porque siempre hay alguien que tiene que llevarme la contraria- hemos utilizado en algún momento de nuestra infancia.
Sin embargo, creo que se debería diferenciar entre dos grandes situaciones en las que se utiliza: cuando no conoces (o conoces poco) a la persona y cuando aprecias a la persona.
Las connotaciones mentales y/o emocionales no son las mismas en ambos casos.
Veamos el primer caso.
¿Por qué necesitamos caerle bien a los que nos rodean?
Cuando eras pequeña y alguién te hacía el vacío, le decías "¿por qué no m'ajuntas?" y, en la mayor parte de los casos, por suerte, con dejarle tu bici/juguete/novio o darle un caramelo a quién te hacía el vacío, lo que fuese que le hubiese molestado en el momento se olvidaba con rapidez.
Una vez a llegadas a la adolescencia la cosa se complica, porque claro, puedes invitar a comer a una chica con la que quieres congraciarte, puedes dejarle la moto, puedes dejarle tu último "juguete", pero de ahí a dejarle el novio... -aunque alguna lo ha hecho- es otro cantar.
Y cuando se alcanza la edad adulta, como mucho la invitas a comer, porque el coche no se le deja ni a tu mejor amiga, los "juguetes" de adulto -y no hablo de los que son en goma flexible- tienen unos precios prohibitivos y el novio... es un artículo de lujo, que aumenta su escasez conforme se soplan las velas.
Y sin embargo... es muy complicado olvidar la mala costumbre de intentar caerle bien a las personas que nos rodean.
¿Por qué intentamos caer bien?
Hay muchas teorías al respecto, pero mi opinión siempre se ha decantado hacia... la supervivencia.
Me podréis llamar exagerada, pero el caso es que el ser humano es un ente social, que necesita interactuar con los que les rodean, y otra de sus características de base es que odia lo diferente (que conste que estoy hablando del ser humano como masa, no como individuo). Y éste es el motivo principal por el cual intentamos con desesperación desde la niñez ser aceptados, ya que lo diferente es considerado como desconocido y lo desconocido como posible peligro y, por lo tanto, a evitar.
Siguiendo el razonamiento inverso, para no ser evitados, ni considerados diferentes, tenemos que ser aceptados dentro del grupo y las normas del grupo las dictan... Sí, la líderes de la manada.
Da lo mismo que no lo notemos de forma consciente, nuestro inconsciente nos manda señales sobre quien manda en un grupo. A lo mejor es alguien que fuera de ese pequeño círculo no pinta nada, pero en el reducido microcosmos en el que nos encontremos en ese momento (un patio de preescolar, una clase de instituto, el local dónde salimos siempre, la cola de la verdulería, un nuevo trabajo, el gimnasio...) , percibimos que es quien marca las reglas... e intentamos ser aceptadas.
Con los años -después de contemplar con satisfacción el destino de muchas cabecillas de instituto- nuestra parte consciente toma mayor protagonismo y nos hace relativizar los círculos de influencia y, con ello, que disminuya nuestra necesidad de aprobación, aunque por desgracia no desaparece del todo.
La mayoría dejamos de hacer lo que sea para ser aceptadas por semi-desconocidos o, al menos, nos damos cuenta de ello y después nos golpeamos apropiadamente la cabeza contra la pared para ver si de esa por fin aprendemos.
Es un proceso lento, largo y, a veces doloroso, que aumenta su lentitud, duración e intensidad del dolor con: la timidez y la inseguridad; pero, cuando somos conscientes de esa tendencia... cada vez mejora más.
Es difícil combatir una adaptación evolutiva; pero si el ser humano empezó a dejar atrás al mono (aunque en la playa se vean algunas regresiones) al ponerse de pie, nosotras dejamos atrás el comportamiento de manada al levantar la cabeza con orgullo.
Debemos intentar conseguir llegar a pensar: "¿No m'ajuntas? ¡Me la sopla!". |
¿Por qué no aceptamos que ya no nos quieren?
Un caso diferente es cuando conocemos bien a la persona que de repente se va alejando y no podemos dejar de decirle: "¿por qué YA no m'ajuntas?".
Ese "ya" lo cambia todo.
Aceptar que una persona que ha sido (o peor, es) importante para ti, con la que has reído, con la que has llorado; de repente ya no quiere tu compañía... es uno de los traumas más grandes que se tienen que pasar para llegar a la edad adulta... y que, por desgracia, no nos suele pasar sólo una vez en la vida.
Ante semejante situación no puedes dejar de pensar: ¿Qué hay de malo en mi? ¿Qué he hecho mal?.
Es inevitable estar dolida y aferrarse a quién se marcha para intentar recuperarlo, dejando a un lado incluso el orgullo; pero en esta situación hay que diferenciar dos escenarios diferentes, para lo cual hace falta mucha autosinceridad y sentido autocrítico (algo sencillo y fácil de conseguir ¿verdad?): si hemos tenido alguna responsabilidad en que eso suceda o si no ha sido así.
- Tenemos responsabilidad
Y que conste que utilizo conscientemente la palabra responsabilidad y no culpa. La segunda opción tan sólo sirve para autoflagelarse, regodearse en la propia miseria y no permite avanzar.
La responsabilidad es diferente. Es el reconocimiento de un fallo; lo cual nos puede permitir pedir disculpas las veces necesarias como para ser perdonad@s o, si no las aceptan, dejar marchar a la otra persona.
Pero, lo más importante de todo, es que te permite aprender de los errores e intentar que no vuelva a suceder.
Algun@s me preguntaréis qué tipo de fallos se puede cometer para que alguien se aleje de nuestro lado. La respuesta es sencilla: INFINITOS; lo que la convierte en complicada.
Cada persona es diferente -esa es nuestra gran belleza- con sus defectos, sus virtudes, su pasado, sus manías y sus puntos sensibles; lo cual hace que cada uno de nosotros tenga tendencia a "equivocarse" de diferente manera y que dichos actos afecten de distinta forma a los que nos rodean. Lo importante no es no fallar, sino aprender de dichos fallos para que no se repitan.
- No la tenemos
Una vez hecho un -exhaustivo- examen de conciencia, si no encontramos el punto en que todo se torció... a lo mejor es que no lo ha habido.
Por mucho que hayas querido a una persona, por mucho que haya sido importante para ti... la gente evoluciona con el tiempo y, a veces, esa evolución hace que los puntos que teníamos en común dejen de existir o pierdan su importancia.
Es duro que suceda y es duro aceptarlo.
Sobre todo es duro, cuando es unilateral. Porque no lo entiendes, no sabes lo que ha pasado, duele y te toca la confianza en ti mismo.
En ambos casos, recomiendo, lo que suelo recomendar por defecto en cualquier "conflicto":
SINCERIDAD: La piedra Rosetta para cualquier situación... y tan difícil de descifrar como la original. Si la que estaba grabada en roca permitía traducir tres idiomas... la sinceridad permite entender miles de sentimientos.
No digo que sea sencillo. Ni pedirla, ni escucharla, ni aceptarla; pero es la mejor solución.
Si se puede hacer algo para solucionarlo, para recuperar a la persona que perdemos..., lo podremos saber con sinceridad -por ambas partes- y si no se puede... cauteriza la herida y permite que sane antes.
En resumen. Cuando nos hacemos adultos debemos dejar el "¿Por qué no m'ajuntas?" y empezar a utilizar el "¿Por qué ya no es lo mismo entre nosotros?". El cambio de lenguaje no sólo denota la experiencia -y los años- que hemos ganado, sino que también nos permite seguir creciendo y, o bien recuperar, o bien dejar marchar a una parte importante de nosotros.
Esa es la idea con la que me gustaría que terminara este artículo:
A veces, si alguien quiere alejarse de nosotros, hay que dejarlo ir y decirle: "¡Qué te vaya bonito!". |
El que haya ironía o no en el tono... depende de la situación y de quién lo diga. A gusto del consumidor, como digo siempre.
P.D: Si habéis sido observador@s, os habréis dado cuenta de que no hay ni una sola "a" acentuada en éste artículo -he tenido que buscar palabras alternativas- y eso es debido a que el ordenador me sabotea y hoy no me deja acentuar esa vocal... ¡Misterios de la ténica! |
Aquí os pongo mi lista de entradas como Consultorio de la Doctora Jekyll
7 comentarios:
¡Que razón tienes! En mi caso, o estoy "zen", o soy rara. Porque soy de las que considero que con 6.500 millones de personas en el mundo, si a una (o a varias) no les caigo bien y no m'ajuntan (o YA no m'ajuntan), siempre me quedan otro montón a los que les agrada mi compañía. Y alguien a quien le molesta estar conmigo, ni siquiera merece la pena que me pare a pensar ni una fracción de segundo en el porqué.
¿Me estaré haciendo mayor?
Besos
Sí, estoy de acuerdo; han tenido que pasar años, años, y más años para darme cuenta que no estoy en este mundo solo para caerle bien a todos.
Me ha gustado mucho tu artículo y me ha hecho reflexionar bastante.
Hace cosa de un año me di cuenta de que me estaba pasando esto que comentas con una antigua amiga de la infancia. Pese a que trataba de continuar la relación con ella no veía colaboración por su parte, o tardaba demasiado. Con el tiempo lo he ido aceptando y cuando recibo noticias suyas me alegro, pero ya no me tomo a mal lo contrario.
Un saludo :)
Ha sido muy bueno, Dra. Por suerte, ya no me preocupa demasiado caer bien a todos (la verdad, antes también me preocupaba, pero nunca he hecho grandes esfuerzos). Pero lo de que amigas, muy amigas, de repente no quieran saber nada de ti, abras tu corazoncito y no te den una mísera respuesta, sí me sigue doliendo. Pero como dices, hay personas a las que hay que despedir aunque no entiendas porqué.
Y sí, aunque nos joda, en este tema, los hombres suelen ser más "civilizados" que nosotras (o mucho más sabios, no sabría cómo llamarlos)
Besitos!
¡Me alegro que os haya gustado!
En cuanto tu pregunta Mamen... te estás haciendo sabia que no siempre viene unido a hacerse mayor.
Pues sí, Josefa. Como dice el refrán "más sabe el diablo por viejo que por diablo".
Nat, te entiendo. He pasado también por esa situación y duele, aunque al final la aceptes.
Kyra, yo tampoco entiendo porqué suele ser más un tema de mujeres. Quizás por que las mujeres solemos ir más en "manada" y a los hombres les gusta más el plan "lobo solitario". ¡Misterios de la vida!
Pues a mí me gusta más la teoría de Kyra que solemos ser mucho más sabios ...(pero no sólo en este tema, añado yo) :P
P.D.: Para reclamaciones, insultos y agresiones varias por este comentario, pregunten por el Sr. Anónimo en la puerta que hay al final del pasillo, junto al WC
Jejeje. Hasta poniéndote como anónimo te he pillado...
Sus presento a mi respectivo, al que le gusta chincharme.
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